MALA CIENCIA: MOVIMIENTO ANTIVACUNAS, RIESGOS SANITARIOS Y POR QUÉ VACUNARSE ES UN ACTO DE RESPONSABILIDAD CÍVICA
En los últimos años, el movimiento antivacunas se expandió a nivel global y también encontró eco en sectores de la sociedad argentina. Su crecimiento se apoya en teorías conspirativas, desinformación difundida en redes sociales y en un clima de desconfianza hacia las instituciones sanitarias. Aunque se presenta como una postura “personal”, sus efectos exceden lo individual: pone en riesgo la salud colectiva, debilita la inmunidad comunitaria y facilita el resurgimiento de enfermedades controladas.
Entre los argumentos más repetidos se encuentra la idea falsa de que las vacunas contienen grafeno u otras sustancias supuestamente tóxicas. Ninguna evidencia científica respalda esta afirmación. Los controles internacionales sobre vacunas son estrictos y requieren certificaciones multilaterales que descartan la presencia de componentes no declarados. Sin embargo, estos mitos se viralizan con facilidad porque apelan al miedo, a la sospecha y a la desinformación emocional.
Los especialistas advierten que cuando disminuye la vacunación, enfermedades antes controladas pueden volver a circular: sarampión, polio o tos convulsa ya mostraron rebrotes en países donde crecieron los movimientos antivacunas. Este fenómeno afecta especialmente a personas vulnerables: bebés, adultos mayores, inmunosuprimidos y quienes dependen de la inmunidad del resto para no enfermar.
El impacto no es solo sanitario: también es social. La caída en la cobertura vacunatoria obliga a los sistemas de salud a destinar más recursos a brotes evitables, aumenta la carga hospitalaria y genera alarma pública innecesaria. Cuando la vacunación se presenta como una elección individual desconectada del conjunto, se pierde de vista que las vacunas funcionan precisamente porque son una estrategia colectiva.
Por eso, vacunarse no es únicamente un acto de protección personal. Es un acto de responsabilidad cívica: contribuye a la salud pública, cuida a quienes no pueden vacunarse por razones médicas y reduce la circulación de virus prevenibles. Las campañas de vacunación masiva son, históricamente, una de las políticas sanitarias más efectivas del mundo moderno.
La desinformación antivacunas no solo expone a individuos a enfermedades graves; debilita la capacidad de una comunidad para protegerse a sí misma. Frente a ello, los expertos recomiendan informarse con fuentes confiables, consultar a profesionales de la salud y comprender que las vacunas no son un experimento social: son herramientas científicas que salvaron millones de vidas y continúan siendo uno de los pilares fundamentales de la salud pública.
Vacunarse es ciencia, pero también ciudadanía.
