CRIANZA Y NEUROCIENCIA: UNA NUEVA FORMA DE EDUCAR.

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La transformación de los modelos de crianza gracias a los recientes descubrimientos en neurociencia. Históricamente, la educación de los hijos se basaba en el sistema de premios y castigos, una lógica que se remonta a los experimentos del psicólogo B.F. Skinner con animales. Este enfoque, conocido como el “palo y la zanahoria”, se convirtió en un dogma para varias generaciones, utilizando recompensas para reforzar conductas deseadas y sanciones para desalentar las no deseadas.

Sin embargo, desde principios de los años 2000, la eficacia y seguridad de este método han sido cuestionadas, especialmente para niños emocionalmente vulnerables. La neurociencia ha revelado que el cerebro de un niño en desarrollo reacciona intensamente ante lo que percibe como una amenaza, activando una respuesta de lucha o huida que desconecta la corteza prefrontal, responsable del razonamiento. En estos momentos de crisis, como una rabieta, los castigos o sermones son ineficaces y pueden agravar el malestar, ya que el niño no está en condiciones de procesar el aprendizaje.

El cambio de paradigma hacia un modelo de crianza consciente y empática. La clave está en la regulación emocional y la coregulación, donde el adulto se mantiene sereno y acompaña al niño para que este pueda volver a la calma. Solo una vez que el niño está tranquilo, se puede analizar la situación y aprender de ella. Este enfoque, que prioriza la conexión emocional y el respeto por la maduración cerebral, promueve el desarrollo de la autorregulación y fortalece el vínculo familiar. En lugar de castigar, se sugiere validar las emociones del niño y acompañarlo en el proceso, lo que a largo plazo, según especialistas, resulta en un mejor manejo de sus emociones y menos conflictos. En conclusión, la crianza moderna se aleja del castigo para priorizar el vínculo y el aprendizaje compartido.