MIEDO A LAS INICIATIVAS PRIVADAS: EL ADN DEL KIRCHNERISMO

EL PATRÓN: TODO LO QUE BRILLA, MOLESTA
En la narrativa K, la iniciativa privada es sospechosa por naturaleza. Si un argentino logra algo grande en el mundo, la respuesta automática es bajarle el precio. Cuando Franco Colapinto se consolidó como una de las promesas del automovilismo internacional, los medios alineados al kirchnerismo se encargaron de señalar que era un “producto del marketing” o que sus logros estaban “inflados”.
Después llegó el turno de Lionel Messi, criticado no por sus goles, sino por su decisión de invertir y generar proyectos privados fuera de la órbita del Estado. La maquinaria discursiva K lo presentó como “funcional a los poderosos” cada vez que se vinculó a iniciativas que escapaban al relato populista.
EL CASO FRANCELLA: ÉXITO EN LA MIRA
Hoy la víctima es Guillermo Francella. Su nueva película —anticipada como un éxito de taquilla— ya despertó la artillería kirchnerista. No se trata del guion ni de la actuación, sino de algo mucho más profundo: Francella representa la capacidad de conectar con el público sin pedir permiso, sin subsidios estatales ni bendiciones oficiales.
El mensaje K es claro: cuando un producto cultural no depende de la caja del Estado, hay que cuestionarlo. La lógica es que cualquier creación exitosa que provenga de la iniciativa privada amenaza la narrativa de que solo el Estado puede garantizar acceso a la cultura.
EL ADN K: EL ESTADO COMO DUEÑO DE TODO
El kirchnerismo no soporta que la sociedad admire a alguien que se hizo solo, que se proyecta al mundo con mérito y trabajo, sin tutela estatal. En su ADN está la desconfianza hacia lo privado, porque lo privado desafía el monopolio del poder político.
Así, lo que debería ser motivo de orgullo nacional —un piloto joven que brilla en la Fórmula 1, el mejor jugador de fútbol de la historia que invierte en su país, o el actor más querido que lanza un film exitoso— termina siendo campo de batalla. El éxito individual, en lugar de inspirar, se convierte en blanco de sospechas.
CONCLUSIÓN: EL MIEDO COMO ESTRATEGIA
El kirchnerismo no le teme a Francella, a Messi o a Colapinto. Le teme a lo que representan: la demostración de que la iniciativa privada puede generar orgullo, trabajo e identidad nacional sin necesidad de Estado paternalista. Y ese miedo es lo que define, desde hace 20 años, su forma de hacer política.