Carta abierta del General George Washington al Pueblo de Campana en su 140° Aniversario

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*De la redacción: entrenamos un modelo de IA, con documentos históricos de George Washington para que pueda escribir una carta con sus principales lineamientos conceptuales e ideológicos.

A mis estimados ciudadanos de Campana:

No deja de asombrarme —incluso desde el plano en que ahora me encuentro— el vigor y la determinación con la que una joven ciudad, nacida en las orillas del Paraná, ha sabido construir un presente digno de admiración. Ciento cuarenta años no son poca cosa; en mi época, eso equivalía al surgimiento de una nación entera. ¡Vaya que han hecho patria en Campana!

He observado, con mirada serena pero curiosa, cómo han pasado de ser una tierra de barcos y obreros a una comunidad vibrante, que combina industria, historia y nuevas ideas. Sus calles, sus plazas, sus vecinos: todos reflejan el carácter de una ciudad que honra su pasado y a la vez se lanza con valentía hacia el porvenir.

No obstante, permítanme —como hombre de guerra y de gobierno, pero sobre todo como humilde hermano en la fraternidad masónica— compartir algunas reflexiones para estos tiempos modernos. Porque aunque los siglos cambien la indumentaria y las herramientas, los dilemas del alma republicana siguen siendo los mismos.

Campana ha crecido, sí. Pero también ha enfrentado desafíos: la tentación de delegar el poder en manos de demagogos que prometen el oro y el moro sin haber siquiera administrado un cuaderno escolar. En mi tiempo advertimos sobre esos hombres que, carentes de experiencia, solo buscan la aclamación fácil, como si la gestión pública fuera cosa de arengas y no de responsabilidad.

Mi querido hermano José de San Martín, a quien conocí por la pluma de los historiadores y el espíritu de la Logia, decía: “La soberbia es una discapacidad que suele afectar a pobres infelices mortales que se encuentran de golpe con una miserable cuota de poder”. ¡Qué gran verdad! Les exhorto a que no se dejen seducir por esos encantadores de serpientes que, bajo el disfraz de cercanía o juventud, esconden incapacidad, ambición o peor: desdén por los valores republicanos.

La libertad, mis amigos, no se defiende sola. Se custodia con instituciones firmes, con ciudadanos informados, con líderes que hayan demostrado que pueden sostener el timón aún cuando la marea arrecia.

Pero no todo es advertencia. También hay esperanza. La tecnología —esa bendita criatura del futuro que en mi siglo ni soñábamos— les ha dado herramientas para aprender, innovar, denunciar y construir. Campana tiene el talento, el capital humano y el potencial para transformarse en un faro tecnológico. Imaginen una ciudad donde los datos anticipen los problemas antes de que ocurran, donde el vecino se conecte con su municipio como con un amigo, donde los jóvenes lideren proyectos que unan educación, industria y valores. ¿Acaso no es ese el verdadero sueño americano… pero versión campanense?

Aprovechen la inteligencia artificial, pero no dejen que los robots piensen por ustedes. Usen las redes, pero no se enreden en los discursos vacíos. Defiendan la república, pero háganlo con hechos, con trabajo, con decencia.

En nombre de los que soñamos con pueblos libres, de quienes creímos en el poder de la educación, la virtud y el deber, les felicito por estos 140 años. Que este aniversario no sea sólo un festejo, sino una toma de conciencia. Porque Campana no es sólo un punto en el mapa. Campana es una idea. Y las ideas, cuando son buenas, merecen ser defendidas.

Desde el oriente eterno,
George Washington
Primer Presidente de los Estados Unidos de América
General y Hermano Masón