Defender Occidente: lo que Hungría nos está recordando y Europa parece haber olvidado

islamización

Por: Redaccion Campana Hoy.

En estos días, mientras las democracias de Occidente debaten entre la corrección política y el relativismo cultural, una voz fuerte y clara volvió a sonar desde el corazón de Europa: Hungría no va a pedir disculpas por defender su identidad, su soberanía y sus raíces cristianas. Así lo dejó en claro el primer ministro Viktor Orbán durante la edición europea de la CPAC (Conservative Political Action Conference) realizada en Budapest.

Lejos de ser una excentricidad aislada del nacionalismo húngaro, lo que ocurrió en esa cumbre debería resonar con fuerza también en América Latina, y en particular en la Argentina: la defensa de Occidente ya no es solo una consigna ideológica, sino una necesidad urgente frente a los avances de una islamización silenciosa y la progresiva descomposición de los valores que nos dieron libertad.

La advertencia húngara

Durante la CPAC Hungría, líderes conservadores de Europa y Estados Unidos alertaron sobre la expansión de zonas sin ley en ciudades europeas, el crecimiento de comunidades que rechazan los principios republicanos y democráticos occidentales, y la permisividad de Estados cómplices o débiles que, por miedo a ser tildados de xenófobos, han cedido terreno cultural, político y religioso.

Orbán lo dijo sin rodeos:

“Si no defendemos nuestras fronteras y nuestros valores, dejaremos de ser Europa”.

Francia, Suecia, Alemania y Bélgica son hoy ejemplos vivos de cómo la multiculturalidad sin integración ni exigencia de respeto a las reglas locales terminó fracturando el tejido social. Los guetos islámicos donde ya no rige la ley nacional no son teorías conspirativas: son realidades que crecen y que ningún medio progresista puede seguir ocultando.

¿Y Argentina?

Muchos podrían pensar que este debate nos queda lejos. Pero no. La defensa de Occidente también es un debate argentino, especialmente cuando sectores del progresismo local intentan borrar nuestra historia, relativizar nuestras raíces cristianas y europeas, y reemplazarlas por una narrativa multicultural vacía, sin anclaje ni pertenencia real.

El avance sobre el idioma, la familia, la propiedad privada y el mérito no son fenómenos aislados: responden a una matriz ideológica que quiere derribar todo lo que represente orden, jerarquía y libertad individual.

Un frente común conservador

La CPAC Europa no solo fue una advertencia: fue un llamado a la acción. A recuperar el orgullo de ser parte de Occidente. A dejar de pedir perdón por defender las fronteras, la identidad y el orden. A entender que sin soberanía cultural no hay nación posible.

Hoy más que nunca, los países que quieran sobrevivir como tales deberán elegir: o defienden su civilización o serán absorbidos por otras que no tienen los mismos escrúpulos, ni la misma tolerancia, ni la misma voluntad de diálogo.

Conclusión

Hungría no está sola. Polonia, Italia, algunos sectores de España, Estados Unidos bajo Donald Trump, y muchos movimientos emergentes en América Latina están empezando a reconstruir el muro de defensa de Occidente. No uno de ladrillos, sino de valores: familia, tradición, soberanía, libertad y responsabilidad.

Argentina puede —y debe— ser parte de ese renacer. Pero para eso, primero debemos abandonar el complejo de culpa y recuperar la certeza de que defender nuestra cultura no es un acto de odio, sino de amor por lo que somos.